miércoles, 17 de noviembre de 2021

Capas y capas

Es una frase trillada, pero no por eso inválida: nunca se deja de aprender. Entre los músicos, y supongo que cortesía de publicaciones en redes sociales, es conocida esa anécdota de Pau Casals y su necesidad de seguir mejorando tras más de 70 años practicando con el chelo. Y pues ciertamente cada día de práctica conlleva una dificultad, un reto a ser superado, y su consiguiente "debo seguir practicando" o el "¿cómo mejoro en esto?", en un ciclo que es y no es un ciclo, porque aunque hay reiteración de ciertas cosas, en otras se avanza por un camino que nunca acaba, como el que refería Casals...

Pero me fui por las ramas un poco, ya que quería hablar un poco de lo que ha sido la experiencia de estas dos primeras clases con Rob MacKillop. 

Siendo una entrada parcialmente sobre Rob, era inevitable no compartir un vídeo de él. Esa pieza me encanta en particular, pero aún no me animo a tocarla...¡tengo un par de pendientes por trabajar!

Como era apenas natural en la primera clase estaba super nervioso, en parte la expectativa de finalmente hablar con alguien que como ya he comentado es mi mayor referente en el instrumento, y también el temor (algo infundido) de que no me iba a hacer entender con el inglés. Pero, pasados los miedos la conversación terminó siendo fluida y pudimos trabajar lo que tenía en mente ese día. Para no extenderme mucho (solo yo me entendería, y como a veces me pasa en físico, me encarnizo mucho tiempo hablando de banjos jaja), esa primera clase fluyó alrededor de unas dudas puntuales que tenía con dos temas del libro de Agnew: Odetta Waltz y Armanda Schottische, ambos viejos conocidos de mi canal de YouTube

Sin embargo lo verdaderamente interesante (y emocionante) fue tener por primera vez esa interacción alumno-maestro, abordando aspectos desde la musicalidad hasta los netamente técnicos con ambas manos. Y eso me lleva a lo que fue la clase de hace unos días, y en últimas al título de esta entrada, porque la segunda ocasión fue un poco más frustrante, al menos en mi caso, la contracara de aquella primera práctica, ya que fui incapaz de mostrar, o superar, los obstaculos que representaron un par de ejercicios del libro How to excel on the banjo, y un tema tambien de la autoría de Emile Grimshaw llamado A twilight melody... Simplemente los dedos, la cabeza, no estaban en su lugar ese día, y tanto el orgullo (siempre habrá orgullo) quedó lastimado, como ciertas inseguridades y frustraciones aparecieron e hicieron de las suyas...

Pero eso es lo que decía al principio, eso es practicar: retirar capas de algo que no funciona, y reemplazarlas por otras, mudar de piel, renacer, destruir, renacer otra vez. De modo que sigo practicando en las noches, conociendo nuevas particularidades de ambas manos, luchando con ellas, reconociendo sus avances, desandando aprendizajes previos, arreglando entuertos, sorprendióndome de espontáneos pasajes tocados; ya sea en la banca de un parque, un cuarto de hotel, o al frente de una avenida ruidosa que mitiga la solemnidad de una laguna brasileña...


Y en esas ando, practicando, y con suerte, esperando por nuevas clases, retos y vídeos por compartir

miércoles, 3 de noviembre de 2021

São Leopoldo y Edimburgo

Esta historia la he contado parcialmente, creo, pero tras más de 10 años registrando estas entradas, ya casi rondando una impensada centena de carretazos, la memoria me juega pasadas. Pero, que más da, jaja; en últimas esta es una entrada que ya tiene unas semanas de deuda, y la historia, la anécdota a contar que sí es mucho más antigua, es solo el detonante de la misma...

Era mediados del 2011, era Medellín, y yo era un estudiante de maestría, algo ya isolado para ese momento (vivir solo en otra ciudad, la historia de mi adultez jaja), que en un rato de ocio después de almorzar se puso a mirar vídeos en YouTube, inicialmente consumiendo algo dentro de su espectro musical (probablemente algún vídeo de Calamaro), y que después hizo una de esas preguntas aleatorias con las que toreamos el algoritmo de los buscadores. Debió ser algo del estilo "banjo + classic music + classic style", y ese fue el instante en que definitivamente todo cambió... Porque sí, recuerdo haber visto antes vídeos de Béla Fleck o Bill Evans, sorteando virtuosamente algún preludio de Bach, pero ese mismo virtuosismo, comparado con mis precarias (por no decir nulas) habilidades con los dedos, y el ya referido isolamiento, me mantenían a raya de siquiera contemplar la posibilidad de hacer algo parecido con mi primer banjo. No habían dedos, talento, ni cabeza, eso pensaba, mientras lo contemplaba con resignación por la noche en mi casa. "Lo había comprado hace 3 años, me lo había llevado a Medellín, pero ¿con qué fin?"...

Sin embargo, era una tarde de mucho tedio en aquel laboratorio de la universidad y seguí escarbando vídeos de forma cada vez más errática, hasta que encontré el canal de Rob MacKillop. Y ahí me quedé escuchándolo un buen rato; y mientras aquel escocés tocaba piezas que en mi vida había imaginado, con una biblioteca de fondo y luces que se colaban por una persiana, pensé "eso es lo que quiero aprender a tocar", "eso es lo que imaginaba se podía expresar con el banjo". Sí, adoro y le tengo mucho cariño a esa sonoridad del bluegrass y del country que empezó a crear en mí el imaginario del banjo, pero fueron los videos de Rob, y claro está, los tutoriales que eventualmente conocí por los comentarios de sus vídeos y al contenido de su página, los que me mostraron el camino loco en el que ando metido y del que no me saca nadie. 


Con seguridad, este no fue el primer vídeo que escuché aquella ocasión, pero hubiera dado igual, y aquí estaría hablando de algún otro vídeo de él

Poco después (por fortuna) tuve la oportunidad de volver un par de días a Bucaramanga, imprimir algunos de los tutoriales que me llamaron la atención de aquel cautivador, pero enigmático "estilo clásico", y tras confirmar con Oscar y Yevgeniya mis sospechas (algo ingenuas ahora que pienso) de que eventualmente hasta yo podía hacer lo que me proponían aquellos ejercicios, que la práctica (siempre es la práctica), la motivación (la cual finalmente tenía) y la paciencia (por fortuna algo que nunca me faltó) me mostrarían el camino. Al volver a Medellín, empecé a practicar después del almuerzo los ejercicios de "How to Excel on the banjo", al igual que los tutoriales de Joe Morley y J.E. Agnew... 

Y así empezó todo, con pequeñas notas, compases y frases, que llevaron a ejercicios que fueron cambiando de locación (laboratorios, cuartos, parques, ciudades, países, continentes), instrumentos (modernos y evocativamente antiguos) para después convertirse en entradas de un blog que se resiste a desaparecer, y experimentos en YouTube, o entradas de Instagram que hablan sobre esta odisea banjera. Y como es de esperar aún sigo aprendiendo, a pesar de las frustraciones y miedo que todo aprendizaje conlleva, pero que siempre se compensa con las grandes alegrías, con un entendimiento sin igual y profundo de mi personalidad, de eso que llaman resiliencia. 

Por eso a Rob, cada vez que puedo en sus vídeos o entradas en la página de Classic Banjo le he agradecido el haber compartido su arte, y el haber sembrado esa pequeña semilla en mí, en ayudarme a comprobar que aquel instrumento que compré por un impulso me cambiaría la vida. 

Tal vez no se encuentre tan activo (es una persona muy inquieta con otros instrumentos, realmente les recomiendo mucho su página) con el banjo como en años previos, pero de vez en cuando nos sigue regalando material para disfrutar esta faceta encantadora del "tambor con cinco cuerdas"

Pero, ahora que pienso, lo curioso de toda esta entrada, es que a la larga la anécdota, y el peso de los recuerdos se tragaron el verdadero motivo del porque escribía, por lo que solo me queda decir que hace unas semanas tuve la inmensa fortuna (y ahora que pienso, el sentido común, porque hace años que lo podía hacer jaja) de asistir una clase con Rob... 

Sí, fue una clase virtual, como muchas cosas siguen siendo en este aún pandémico mundo, pero en un machucado y nervioso inglés ya pude agradecerle, y de paso, aprender cosas nuevas, porque en últimas aquella mañana representó mi primera clase formal de banjo, y con fortuna vendrán más, como la de mañana...Pero prometo ahora sí de hablar de aquellas en una próxima entrada...