Es tiempo de contar otra historia (¿porqué no, una anual? jeje) y esta proviene de muy lejos, si bien no en un sentido temporal. Digamos que empieza en alguna provincia de China, donde un trabajador de clase media se despierta por la alarma del reloj, come algo ligero, y se dirige en bicicleta a su lugar de trabajo, el cual ha sido el mismo desde hace 20 años: una bodega cualquiera en el sector industrial de su ciudad (ahora todo lo es), que primero tuvo un nombre que se tragó su memoria y ahora posee uno americano, "Gold Tone", el cual pronuncia con dificultad. El nombre no tiene importancia y lo que termina produciendo lo tiene sin cuidado ya que lo suyo es ensamblar. Lo sabe desde pequeño cuando armaba soldaditos con restos metal. Ahora hace algo parecido salvo que en vez de metal y latón, ahora son caoba y cedro, y a diferencia de su niñez; cuenta ahora con herramientas que le facilitan su trabajo. Les llaman banjos en América, y suenan curioso o al menos eso recuerda ahora, si bien estos últimos "banjos" que ha estado ensamblando son más grandes...el mástil es pesado, las clavijas gigantescas y de metal, y a diferencia de otros el parche no viene acompañado del resonador de los que armaba antes. Son pocos los que se ensamblan al mes (¿tres, cuatro, quizá?), y solo sabe que se hacen bajo pedido ya que no son muy populares y por ende poco comunes. Lo que sí tiene claro es que al tener tanto espacio entre ensamblages, sabe que ahora su trabajo es más valioso que nunca y por eso dedica todo su entusiasmo y energía a que cada pieza encaje a perfección y los acabados de esos banjos gigantescos queden bien. El día de hoy, al llegar a su casa tuvo la satisfacción de ver uno de esos "pequeños" perfectamente embalado, listo para su viaje a América donde le colocarán las cuerdas. Se pregunta adónde irán a parar esta vez y deja su cuerpo al arrullo del sueño inminente.
Incontables horas de viaje llevaron a ese banjo (¿porqué no llamarlo Cletus?) desde las costas del mar de China, el Oceano Pacifico atravesado con escalas en Anchorage y San Francisco, para posteriormente atravesar todo el continente americano en un avión de carga hasta su destino en la población de Titusville (Florida), sede de Gold Tone. Allí son otras manos, más familiares, las que se encargan de ir colocando una a una el grupo de cuatro cuerdas entorchadas, especialmente diseñadas para soportar la gran tensión que se genera y alcanzar al mismo tiempo; ese sonido grave, tan extraño en ese tipo de instrumento. Si bien por eso, ese sonido se convierte en algo renacido, de una época en la que el banjo jugó con sus formas y probó distintos tipos de materiales y timbres. Cletus, el banjo bajo, empezó entonces su viaje final hacia el sur, cruzando del mar Caribe tal como lo hizo Sussie hace ya más de un año y medio, y llegó una mañana de Junio de 2014 a Bucaramanga. Esperó paciente unas semanas mientras aquel loco volvía de su periplo europeo, y como era de esperar; ese bicho raro, extraño, salió a la luz y ahora no sin esfuerzos y una que otra frustración; está empezando a sonar a lo que tiene que sonar. Empezará a acompañar melodías, a mostrar otra faceta de la música que es a veces subvalorada, a valorar el ritmo como el elemento clave que es, en fin; a mostrarme que entre más matices se conservan en la vida, más interesante se vuelve esta.
Con muchísimos meses de retraso, aunque todos con horas de práctica acumuladas, bienvenido a la familia, compadre Cletus!