Es una frase trillada, pero no por eso inválida: nunca se deja de aprender. Entre los músicos, y supongo que cortesía de publicaciones en redes sociales, es conocida esa anécdota de Pau Casals y su necesidad de seguir mejorando tras más de 70 años practicando con el chelo. Y pues ciertamente cada día de práctica conlleva una dificultad, un reto a ser superado, y su consiguiente "debo seguir practicando" o el "¿cómo mejoro en esto?", en un ciclo que es y no es un ciclo, porque aunque hay reiteración de ciertas cosas, en otras se avanza por un camino que nunca acaba, como el que refería Casals...
Pero me fui por las ramas un poco, ya que quería hablar un poco de lo que ha sido la experiencia de estas dos primeras clases con Rob MacKillop.
Siendo una entrada parcialmente sobre Rob, era inevitable no compartir un vídeo de él. Esa pieza me encanta en particular, pero aún no me animo a tocarla...¡tengo un par de pendientes por trabajar!
Como era apenas natural en la primera clase estaba super nervioso, en parte la expectativa de finalmente hablar con alguien que como ya he comentado es mi mayor referente en el instrumento, y también el temor (algo infundido) de que no me iba a hacer entender con el inglés. Pero, pasados los miedos la conversación terminó siendo fluida y pudimos trabajar lo que tenía en mente ese día. Para no extenderme mucho (solo yo me entendería, y como a veces me pasa en físico, me encarnizo mucho tiempo hablando de banjos jaja), esa primera clase fluyó alrededor de unas dudas puntuales que tenía con dos temas del libro de Agnew: Odetta Waltz y Armanda Schottische, ambos viejos conocidos de mi canal de YouTube.
Sin embargo lo verdaderamente interesante (y emocionante) fue tener por primera vez esa interacción alumno-maestro, abordando aspectos desde la musicalidad hasta los netamente técnicos con ambas manos. Y eso me lleva a lo que fue la clase de hace unos días, y en últimas al título de esta entrada, porque la segunda ocasión fue un poco más frustrante, al menos en mi caso, la contracara de aquella primera práctica, ya que fui incapaz de mostrar, o superar, los obstaculos que representaron un par de ejercicios del libro How to excel on the banjo, y un tema tambien de la autoría de Emile Grimshaw llamado A twilight melody... Simplemente los dedos, la cabeza, no estaban en su lugar ese día, y tanto el orgullo (siempre habrá orgullo) quedó lastimado, como ciertas inseguridades y frustraciones aparecieron e hicieron de las suyas...
Pero eso es lo que decía al principio, eso es practicar: retirar capas de algo que no funciona, y reemplazarlas por otras, mudar de piel, renacer, destruir, renacer otra vez. De modo que sigo practicando en las noches, conociendo nuevas particularidades de ambas manos, luchando con ellas, reconociendo sus avances, desandando aprendizajes previos, arreglando entuertos, sorprendióndome de espontáneos pasajes tocados; ya sea en la banca de un parque, un cuarto de hotel, o al frente de una avenida ruidosa que mitiga la solemnidad de una laguna brasileña...