miércoles, 3 de noviembre de 2021

São Leopoldo y Edimburgo

Esta historia la he contado parcialmente, creo, pero tras más de 10 años registrando estas entradas, ya casi rondando una impensada centena de carretazos, la memoria me juega pasadas. Pero, que más da, jaja; en últimas esta es una entrada que ya tiene unas semanas de deuda, y la historia, la anécdota a contar que sí es mucho más antigua, es solo el detonante de la misma...

Era mediados del 2011, era Medellín, y yo era un estudiante de maestría, algo ya isolado para ese momento (vivir solo en otra ciudad, la historia de mi adultez jaja), que en un rato de ocio después de almorzar se puso a mirar vídeos en YouTube, inicialmente consumiendo algo dentro de su espectro musical (probablemente algún vídeo de Calamaro), y que después hizo una de esas preguntas aleatorias con las que toreamos el algoritmo de los buscadores. Debió ser algo del estilo "banjo + classic music + classic style", y ese fue el instante en que definitivamente todo cambió... Porque sí, recuerdo haber visto antes vídeos de Béla Fleck o Bill Evans, sorteando virtuosamente algún preludio de Bach, pero ese mismo virtuosismo, comparado con mis precarias (por no decir nulas) habilidades con los dedos, y el ya referido isolamiento, me mantenían a raya de siquiera contemplar la posibilidad de hacer algo parecido con mi primer banjo. No habían dedos, talento, ni cabeza, eso pensaba, mientras lo contemplaba con resignación por la noche en mi casa. "Lo había comprado hace 3 años, me lo había llevado a Medellín, pero ¿con qué fin?"...

Sin embargo, era una tarde de mucho tedio en aquel laboratorio de la universidad y seguí escarbando vídeos de forma cada vez más errática, hasta que encontré el canal de Rob MacKillop. Y ahí me quedé escuchándolo un buen rato; y mientras aquel escocés tocaba piezas que en mi vida había imaginado, con una biblioteca de fondo y luces que se colaban por una persiana, pensé "eso es lo que quiero aprender a tocar", "eso es lo que imaginaba se podía expresar con el banjo". Sí, adoro y le tengo mucho cariño a esa sonoridad del bluegrass y del country que empezó a crear en mí el imaginario del banjo, pero fueron los videos de Rob, y claro está, los tutoriales que eventualmente conocí por los comentarios de sus vídeos y al contenido de su página, los que me mostraron el camino loco en el que ando metido y del que no me saca nadie. 


Con seguridad, este no fue el primer vídeo que escuché aquella ocasión, pero hubiera dado igual, y aquí estaría hablando de algún otro vídeo de él

Poco después (por fortuna) tuve la oportunidad de volver un par de días a Bucaramanga, imprimir algunos de los tutoriales que me llamaron la atención de aquel cautivador, pero enigmático "estilo clásico", y tras confirmar con Oscar y Yevgeniya mis sospechas (algo ingenuas ahora que pienso) de que eventualmente hasta yo podía hacer lo que me proponían aquellos ejercicios, que la práctica (siempre es la práctica), la motivación (la cual finalmente tenía) y la paciencia (por fortuna algo que nunca me faltó) me mostrarían el camino. Al volver a Medellín, empecé a practicar después del almuerzo los ejercicios de "How to Excel on the banjo", al igual que los tutoriales de Joe Morley y J.E. Agnew... 

Y así empezó todo, con pequeñas notas, compases y frases, que llevaron a ejercicios que fueron cambiando de locación (laboratorios, cuartos, parques, ciudades, países, continentes), instrumentos (modernos y evocativamente antiguos) para después convertirse en entradas de un blog que se resiste a desaparecer, y experimentos en YouTube, o entradas de Instagram que hablan sobre esta odisea banjera. Y como es de esperar aún sigo aprendiendo, a pesar de las frustraciones y miedo que todo aprendizaje conlleva, pero que siempre se compensa con las grandes alegrías, con un entendimiento sin igual y profundo de mi personalidad, de eso que llaman resiliencia. 

Por eso a Rob, cada vez que puedo en sus vídeos o entradas en la página de Classic Banjo le he agradecido el haber compartido su arte, y el haber sembrado esa pequeña semilla en mí, en ayudarme a comprobar que aquel instrumento que compré por un impulso me cambiaría la vida. 

Tal vez no se encuentre tan activo (es una persona muy inquieta con otros instrumentos, realmente les recomiendo mucho su página) con el banjo como en años previos, pero de vez en cuando nos sigue regalando material para disfrutar esta faceta encantadora del "tambor con cinco cuerdas"

Pero, ahora que pienso, lo curioso de toda esta entrada, es que a la larga la anécdota, y el peso de los recuerdos se tragaron el verdadero motivo del porque escribía, por lo que solo me queda decir que hace unas semanas tuve la inmensa fortuna (y ahora que pienso, el sentido común, porque hace años que lo podía hacer jaja) de asistir una clase con Rob... 

Sí, fue una clase virtual, como muchas cosas siguen siendo en este aún pandémico mundo, pero en un machucado y nervioso inglés ya pude agradecerle, y de paso, aprender cosas nuevas, porque en últimas aquella mañana representó mi primera clase formal de banjo, y con fortuna vendrán más, como la de mañana...Pero prometo ahora sí de hablar de aquellas en una próxima entrada...     

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