Estos fines de semana que han pasado me han permitido comprobar (una vez más) que las cosas que se hacen en la vida, entre ellas, banjear, están regidas por el enfoque que llevemos al momento de hacerlas...me explico: muchas veces la rutina te absorbe y tristemente te vuelve indolente a lo que sucede afuera de nuestra "jaula de oro". El mundo puede ser terriblemente cruel con el incauto y el soñador y es pan de cada día (si se esta informado), el escuchar las historias de barbarie que nos rodean. Llámense, los bombardeos en Gaza, el raponazo en un bus o la niña que mata por accidente a su instructor de tiro. En fin, son tantas cosas horribles que a la larga le muestran a uno que el mundo pareciera girar para los intereses de unos pocos. Si ellos mueven un dedo es para aplastar a todo aquel que no este de acuerdo, como en la caricatura de Quino, y son esas cosas las que te pueden llenar de desesperanza hacia la humanidad y su futuro.
Por fortuna y sueño con pensar que para bronca de aquellos que nos manipulan; esa capacidad de hacer mal a aquel que nos rodea, también puede convertirse en un deseo de cambio ya sea a través de una acción simple y porque no, de vez en cuando un acto desinteresadamente gigante. De entre estas iniciativas quisiera rescatar y dar publicidad (si, amigo lector todo es negocio a veces jeje) a un bonito esfuerzo adelantado por la cantante colombiana Marta Gomez y todo un colectivo inmenso de artistas que bajo el lema "Para la guerra, nada" busca precisamente generar un poco más de conciencia entre tanta inconsciencia que pareciera reinar ahora. Comparto dos vídeos de gente entusiasta que ha decidido sumarse:
Como digo, puede que este tipo de cosas representen una mosca en la sopa de los que dominan o más bien nos tienen convencidos que dominan el mundo. Puede que sí, puede que no, pero también puede que a fuerza de instante a instante ganado a la barbarie, las distintas formas de arte, la ciencia, el diario caminar del honesto, lleven el mundo a un mejor andar. Arriendo entonces una vez más mi conciencia y la dejo al libre trajinar del optimismo...para bien o para mal, ha servido, ¿porqué no habría de hacerlo una vez más?
Esa pregunta me lleva entonces a la otra parte de esta entrada...lo increíblemente fácil que es abstraerse de todo lo que te ata en la rutina. En días pasados me animé a participar en un grupo de caminantes y ha sido genial a pesar de las madrugadas bestiales del domingo. A pocas horas y kilómetros de mi amada Bucaramanga, se puede acceder a cañones inmensos, bosques secos o impresionantemente húmedos, cascadas con aguas prístinas, en fin; todo un sin fin de experiencias que están al alcance de la mano de cualquiera y simplemente no se valoran. En una de esas caminatas (en medio de lo insolado que andaba jaja) me percaté de algo que como citadino se da ya por perdido: el silencio. Ese verdadero e irrepetible instante en el que no oyes mayor cosa y se magnifican los detalles más insignificantes como el crujir de una hoja o el transitar de un viento cansino. En la simpleza de esos detalles es que creo está la fortaleza que nos ha mantenido como especie; no la ambición ni tampoco la energía más bárbara...es el poder de contemplación el que nos ha conducido a las grandes metas...A descender de un árbol para enfrentar la sabana, a atravesar estrechos impensables, a buscar la verdad de nuestro origen en las estrellas...y porque no, a banjear y ser felices al hacerlo...enfocar y desenfocar, querido lector.
Cascada del Indio (Vereda San Pedro de La Tigra/El Playón, Santander)
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