jueves, 26 de diciembre de 2019

Crónicas banjeras (Salvador de Bahía)

Viaje curioso fue el de este año por Brasil (¡Miércoles!, ahora que recuerdo fue el segundo...ya hablaré de balances de estos años en la próxima entrada). Siendo un ñoño de primera línea, lo normal es que el motivo hubiera sido por un congreso (el primero a Brasil lo fue) o algo relacionado con el banjo. Tampoco hubiera sido extraño que el viaje que inspiraba esta nueva crónica banjera correspondiera a una de las aventuras personales a las que estoy acostumbrado. No, este viaje a Brasil fue un regalo que hace mucho quería darle a mi papá, y siendo la Copa América allá, terminó siendo la excusa perfecta para que mi cuñado también se animara a ir, y entre los tres conocer lo que nos podría ofrecer el famoso nordeste y la ciudad de Salvador de Bahía.


Confluencia de saberes

De modo que hicimos maletas los tres, y el banjo, claro está, porque este nuevo viaje era la excusa perfecta para probar nuevas locaciones y vídeos para caspear por redes; la vergüenza dicho sea de paso, trasciende fronteras... Y estuvo bien, más que bien la experiencia, ya que disfrutamos todo lo que nos ofreció la ciudad: sus moquecas de camarón, la vista del faro de Itapúa, las postales cerca de la casa de Jorge Amado, mientras un montón de turistas se tomaban la reglamentaria foto a lo Michael Jackson, un par de goles en el estadio Fonte Nova...y claro está, los vídeos frente a la Iglesia de Nuestro Señor de Bonfim, que es de lo que quiero hablar en últimas.


Imágenes exclusivas del banjista haciendo ruido en El Dorado jaja

La idea original, y por original supondrán ya que no se consiguió, era grabar una nueva edición de lo que llamo Banjo Sessions en el canal de Youtube, con un par de vídeos en algún paraje típico de la ciudad. Como era de esperar, la imagen que tenía en mente era tocar en alguna de las plazas en Pelourinho, a la usanza banjera de un They don't care about us. Tras un par de días turisteando y moderadas jornadas de práctica en un recodo del hotel, se hizo evidente que era virtualmente imposible tocar algo allí, y más considerando que todo el Casco Antiguo estaba en modo carnaval; en parte por los turistas que veníamos a la Copa América, y más que todo por las inminentes fiestas de San Juan (comparto un vídeo pequeño abajo).


Un "bloco de carnaval", calentando motores

Tocó improvisar entonces. La segunda opción que tenía en mente era la Iglesia de Nuestro de Señor de Bonfim, de tal manera que emprendimos camino (un largo camino, las distancias siempre fueron un rollo en Salvador jaja) y tras visitar la iglesia y colocar las tradicionales cintillas (son promesas o agradecimientos que se hacen) en la reja de la entrada, empezamos a grabar. Para variar, pasó de todo jaja, desde el vendedor de frutas (el vídeo de abajo), hasta un viento medio huracanado que nos acompañó todo el tiempo. Naturalmente hubo cientos de descuidos y tras algunas luchas me decanté por tocar un par de temas sencillos del repertorio; la vieja confiable que llaman jaja. Los primeros intentos fueron con Reckless Rufus y pues, la verdad sea dicha, fracasé estruendosamente, de modo que cambiamos de mesones en el parque y probamos suerte con otra toma, y otro tema...


Probé suerte entonces con Electric Dance que sí, sí, lo sé, es el tema que toco cada vez que puedo jaja, pero ya en este punto la meta era poder grabar algo decente. Adiós la idea del vídeo en Youtube. Y tal vez el hecho de sustraerme de esa obligación personal hizo que todo fluyera, que el vendedor ruidoso siguiera su camino, que el viento cediera un poco (só um poquinho) su ímpetu, que no me importaran las conversaciones que medio entendía alrededor, y que los dedos disminuyeran sus índices de torpeza habituales. ¡Finalmente salió un tema completo!


¡Milagro en Bonfim!

Tras lograr la anhelada meta seguimos probando nuevos temas, pero fue imposible, y en este caso, una golondrina sí hizo verano. El unicornio musical o el hada banjera, como la quieran llamar, había hecho su aparición y se había escabullido en el viento... Entonces tomamos un par de fotos adicionales, de esas que buscaban enaltecer el banjo, y digo, eso me sigue pareciendo genial, porque creo que ni en sus sueños más locos, Samuel Swain Stewart se hubiera imaginado un banjo suyo en este recodo de Brasil. Entonces (de nuevo), pensé en como los elementos se buscan, porque en medio del ambiente festivo que nos rodeaba en la ciudad, de sus incontables tambores, de su indescriptible y maravilloso sabor afro y ancestral, mi banjo estaba casi como en casa, así sus elementos fueran tan americanos como un pie de manzana o el Tío Sam apuntándote al ojo. A lo lejos, muy lejos, creo haber escuchado el acompañamiento de un par de cavaco-banjos que vi en Pelourinho, pero de los que por desgracia (descuido, torpeza, más bien) olvidé registrar en fotos.


Buscando la carátula para mi próximo álbum de trash-metal cristiano, con toques de folk y champeta jaja

Después de pensado esto, solo restó viajar y comer como si no hubiera un mañana (la comida del nordeste solo inspira gustos paganos jaja). En resumen, fue la experiencia que imaginaba como regalo para mi papá, y un sin fin de recuerdos e ideas para el futuro próximo. También, y por qué no, si bien era muy especulativo en ese momento, fue el abre-bocas de lo que este 2020 nos depara a mí y al banjo. Porque sí, estoy a pocas de semanas de ser embebido por la experiencia de mi anhelado doctorado (habló el alter ego paleontólogo con el que convivo), y los dioses yorubas, porque ahora pienso que solo pudieron ser ellos, me conducirán nuevamente hacia la hermosa Brasil, um poquinho al sul

Las historias que surjan, ya las estaré narrando... 


¡Obrigado!

domingo, 1 de diciembre de 2019

El que peca y reza


"El que peca y reza, empata" ¡Ojalá fuera así el dicho con el volver a practicar! La realidad obviamente es distinta, no al punto de decir que es cruel, o tampoco decir que no ha pasado nada. Es cierto que el dejar de practicar no perdona, principalmente en los dedos, y al comienzo, sobre todo al comienzo, las rutinas más básicas, los elementos que se percibían como naturales, ya no lo son, e inevitablemente queda, o aparece, un sabor que podría definirse como amargo; la amargura de la derrota poniéndolo en un tono melodramático.

Pero ese no es el propósito de esta entrada, era de esperar que tras un par de meses de silencio, forzoso al principio (si bien las causas lo valieron), y producto de un auto-saboteo en los últimos días, las cosas no salieron con el banjo ahora que retomé. Pero de nuevo, no vienen al caso las quejas. Lo que me parece interesante de los regresos, de lo que yo suelo llamar la recuperación tras las recaídas no banjeras, es la forma como con el tiempo he encontrado una metodología propia de recuperación, que con un éxito que podría decir es palpable, me permite llegar (el tiempo sí varía, ya hablaré de eso) a un estado en el que nuevamente me siento cómodo (en el buen sentido de la palabra) con mis progresos y nuevos retos.


Le Déluge (Gustave Doré)

Voy a hablar entonces de cómo lidio con el recuperar el nivel banjero; una serie de "pasos" y aspectos, que si bien no deben ser novedosos, de pronto pueden ser de interés para aquel que se sienta atascado con el instrumento o al borde morir ahogado en un diluvio de frustraciones. 

Aquí van:
  • Aplacar la ansiedad. Creo que es el aspecto que más trabajo me ha costado sortear, cada vez que retomo las prácticas. ¿Por qué digo eso? Básicamente porque soy una persona muy orgullosa, y suelo hacer mucha auto-crítica. Y eso está bien, pero dosificadamente, por lo que en mi caso la mejor forma de controlar esa ansiedad, o dicho de otra forma, la frustración de los primeros compases mal tocados, es entender (así duela el orgullo) que era algo de esperar, pero, que no es un hecho sin solución. Por ende, es cuestión de ser realista con el nivel que se tiene (o que sobrevive) al momento de empezar, pero entender, que dicho nivel volverá, siempre y cuando se tenga presente lo que defino como otro aspecto igual de importante en la rehabilitación: el ritmo.
  • Recuperar el ritmo de trabajo. Sobretodo para el aspecto de la técnica, la práctica hace al maestro. Lo sé, suena muy cliché, pero el agua moja, la vida se acaba, y probablemente nunca toque un reguetón en el banjo; esos también son hechos jajaja. Ahora, a lo que me refiero con recuperar el ritmo de trabajo no es solamente sentarse dos, tres, x cantidad de horas y tocar por tocar, como haciendo sentadillas o darle la vuelta a un estadio, sino más bien al hecho de reconciliarse con la idea de que se está invirtiendo ese tiempo de la vida (nuevamente) para la práctica. Por ende, en mi caso es volver a repasar, de a poco, sin presiones, pero si constantemente, los aspectos que se habían tenido, consolidarlos si están por ahí, recuperarlos si se embolataron. Con la medida del tiempo (y paciencia, de ahí recordar el control de la ansiedad), las prácticas volverán a ser tan dinámicas como uno consideraba antes y seguramente, aparecerán los nuevos retos.
  • Buscar siempre nuevos retos. Hablando de retos. Independiente del nivel en el que me encuentro, por lo menos ahora, siento la necesidad, necesidad positiva, de plantearme retos adicionales a los obvios y lógicos, que son el recuperar el nivel que se tenía en tiempos pasados (aquí sí aplica hasta cierta medida lo de todo tiempo pasado...). Me refiero al hecho de que para plantearse retos no es cuestión de habilidad, sino de imaginación, y pues, también sonando cliché, imaginar es divertido. De tal forma que dentro del espacio que empiezo a recuperar para la práctica, también trato de hacer (ojo, respetando la cuestión de la rutina y el control de la ansiedad), algún tipo de cosa con el banjo que se salga de la rutina y que para fortuna mía, me ha conducido a los experimentos más curiosos. En este blog no lo he referido (aún, ya lo haré), pero por ejemplo hace un tiempo me embarqué en la locura de grabar varios temas, tocando las dos partes del banjo y crear un vídeo de dos banjos al tiempo. Suena algo enredado, pero acá comparto enlace del vídeo. Esta idea surgió sobre el camino, mientras me recuperaba de una recaída previa (jaja lo sé, sueno heroinómano), y me permitió hacer mucho más interesante, más divertido, el proceso de aprendizaje. 
  • Usar de forma inteligente el material de estudio. Cuando se empieza a practicar, inevitablemente uno piensa en todas las piezas y ejercicios que se tocaban antes. Por tal motivo, hay que aprender a dosificar lo que se puede y lo que se debe tocar. En mi caso, suelo darle una importancia adicional al repertorio, que si bien puede sentirse pequeño, es lo que más atesoro; no en vano, constituyen piezas que me llamaron la atención o que en su defecto correspondieron a pruebas superadas tiempo atrás. Por ende al volver, suelo evaluar daños, y tras eso empiezo a mecanizar nuevamente sus pasajes. Esto, claro está de forma inteligente, y ese es el punto, porque en últimas las piezas de repertorio también corresponden a ejercicios de digitación, de armonía y etcétera, para no decir alguna burrada musical jajaja. Es inteligente también no dejar de lado los ejercicios de los tutoriales que nos parezcan interesantes, ya que fueron diseñados para eso. Por ende, repasar un tutorial no es empezar desde la pagina uno hasta la última que veíamos antes de parar, ni tocar los temas aprendidos del más fácil al difícil, sino sortear los aspectos que conlleven esa dosis de reto, diversión y practicidad que buscamos al retomar el instrumento. 
Solo para dejar claro este punto, estos son los evangelios banjeros que utilizo en la actualidad. He hablado de algunos en entradas previas, ya hablaré del resto en su momento...


Los evangelios banjeros, para que difundan su palabra en cinco cuerdas y afinación en Do Mayor

Esos son básicamente los aspectos que trato de tener en cuenta a la hora de recuperar el nivel perdido, y claro está, no representan ni una fórmula mágica, ni es lo único que tengo en cuenta. ¡Carajo!, es que son tantas cosas: trabajar con el metrónomo, la armonía, aspectos de teoría musical, la técnica per se, pero en últimas, a lo que quiero llegar, lo que quiero transmitir para todo aquel que pueda sentirse en un bache como en mi caso (esto, solo cuando recién retomo la práctica), que se enfrenta al dilema de verse a la base de una montaña, arrastrando una roca como Sísifo, es que este proceso de re-aprender NO debe ser algo ni tortuoso, ni exageradamente fácil, es solo un proceso, que por la sumatoria lógica de la constancia y el pasar del tiempo (ambos aspectos, llevados de forma inteligente y realista), se transforma en lo que creíamos imposible a la hora de empezar. Y ojo, no se trata de ser un virtuoso por arte de magia o por la deriva genética, o por unas callos con la aspereza de un costal de fique. Se trata de volver a ser un virtuoso por disfrutar lo que se transmite con el instrumento. 

Por ende, podré pecar y rezar cada cierto con el banjo, pero eso no le quita un ápice a las emociones tan luminosas que siento cada vez que lo toco...Deo volente 


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