sábado, 4 de enero de 2020

Balance contable


No suelo ser de los que escriben frases en redes cuando llega ese día, particular día por cierto, en el que conmemoramos el final de un año, al menos bajo la "tradición" de siglos que nos define como "occidente". De modo que estoy escribiendo estas líneas en una tarde soleada de Bucaramanga, escribiendo sobre el pasado, sobre lo que he vivido, para después leerme (siempre ha sido el fin último de este blog, el de ser una bitácora de ciegos), o que después alguien me lea; algo que por cierto, a aquellos que lo hayan hecho, o lo estén haciendo ahora (o sea, en el futuro), muchas gracias por su curiosidad y comprensión.

De modo (repetir es un viejo hábito, me gusta) que en días como este (o sea, ya el pasado) se escribe para hablar sobre lo que sucedió, y lo que quedó atrás. En mi caso podría resumir esta década (y pienso, carajo, estoy hablando de un intervalo de tiempo que abarcaría toda mi niñez en Samanes o el doble de mi estadía en la universidad) en hechos como empezar y terminar la maestría en Medellín, salir del país una cantidad de veces que creía imposible en mis veinticinco, ser tío de un sobrino cada vez más inquieto y espero que musical (necesito banjistas para mi ejército de espectros jaja). Me he despedido de gente hermosa que marcó mi vida como lo fueron mi abuelita, mi Tío Emiro, Ignacio mi supervisor de maestría, me he enamorado dos veces para después terminar dichos senderos en una misma fecha, y he aprendido que el amor también trasciende hacia los animales porque la partida de dos de las perritas de la casa también me ha dolido como un verraco. He leído libros maravillosos, escrito cuentos que no creía posible, terminé una novela que no logro publicar y un libro de cuentos que pronto sale (pero está bien, ya se vienen nuevos proyectos), saqué a flote la locura de tres blogs (Los otros son Finis Semita e Informe sobre ciegos), todos de temas distintos y con fortuna dispar. He acumulado muchos recuerdos, amistades maravillosas, y por fortuna pocas enfermedades, he vuelto a lugares que me enseñaron tanto en el pasado ya remoto, y he evolucionado; sí, para bien, en mis manías, temores y fortalezas más atípicas.


¿Pueden creer que es la primera foto decente que me tomo con el banjo desde que lo tengo?

Y sí, contra todos los pronósticos sigo siendo un banjista, algo que aquel German del 2010 hubiera creído utópico, ya que el camino que he recorrido ha sido de locos, atravesando el Atlántico dos veces con aquel instrumento hermoso a mis espaldas. German, créelo, has tocado en conciertos que si bien se cuentan con los dedos de una mano, fueron en escenarios insólitos, tienes a falta de un banjo de bluegrass hecho en China, un total de tres más (Sussie, Cletus, Butters), y de uno de estos andas irremediablemente enamorado. ¡German, desvergonzado de mierda!, llevas casi diez años escribiendo historias sobre banjos en este blog, compartiendo tus experimentos y tocando con todas las limitaciones del mundo en un canal de Youtube. Y lo has hecho con desinteresado cariño, sorteando temas comunes, tradicionales, y piezas que solo tu banjo de 1895 podría asociar y responder de forma agradecida.

De modo que sí, hay mucho que celebrar, tanto, que probablemente olvidé referir cosas que el German de la próxima década me recordará. Lo que por fortuna no olvidé, fue saldar esta pequeña deuda que tenía desde hace unos años. Después de varias pruebas, ya puedo decir que esto es lo que me puede ofrecer este sencillo valse del banjista británico Joe Morley...¡Cheers!


Clematis Waltz

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