lunes, 1 de julio de 2019

Los confines del Atlántico

Tengo una serie de entradas pendientes. Hace rato quiero continuar discutiendo acerca de los orígenes del banjo y su música, también continuar mis entradas sobre los distintos tutoriales de banjo que vengo utilizando como guías. Ahora, con la experiencia de haber estado un par de días en Brasil y naturalmente Sussie también, hay suficiente material para una entrada sobre eso. Otra de mis crónicas banjeras... 

Sin embargo, en esta ocasión voy a resumir lo que fue una experiencia genial a principios de junio: el concierto de The Paul Brock Band (Paul Brock website) en Bucaramanga. 


El concierto, auspiciado por el Banco de la República, tuvo una presentación inicial donde se dio contexto a los orígenes de la música tradicional irlandesa y su constante transformación por las migraciones a Estados Unidos y Europa

Del concierto supe a mediados de marzo, cuando el Banco de la República anunció una gira en junio y los conciertos en Pasto, Bucaramanga y Cúcuta. El concierto final, como un posible guiño a la formalización de las relaciones diplomáticas entre Colombia e Irlanda, sería el 16 de junio en Bogotá; el tradicional Bloomsday, una celebración que desde 1904 homenajea al inmortal James Joyce (saber eso no me exime de seguir huyendo de la lectura de Ulises, por cierto jajaja). Bueno, para finales de mayo conseguí la boleta del concierto en el auditorio Luis A. Calvo, y faltando unos minutos para iniciar el concierto, ya después de una charla introductoria sobre la música tradicional irlandesa, la emoción estaba  a tope.

Pero en últimas, ¿qué es The Paul Brock Band?  Creada en el año 2000 por el músico irlandés que le da su nombre, es una agrupación de música tradicional irlandesa con muchos reconocimientos, y que con el pasar de los años ha venido cambiando la configuración de sus integrantes, si bien todos multi-instrumentalistas y de gran nivel. En esta ocasión, el grupo que acompañó a Paul Brock en Bucaramanga estaba formado por los también irlandeses Denis Carey (piano), Eimear Atkins (voz y fiddle; que en sí es solo una forma específica de tocar el violín) y Shane Farrell (banjo, mandolina y bodhrán; un tambor de marco irlandés). Para todo aquel que está familiarizado así sea de forma parcial con la música tradicional irlandesa, ya sea por películas o pequeños cortos, sabrá que hay toda una gama de instrumentos adicionales: flauta irlandesa (Irish whistle), gaita irlandesa (Uilllean pipes), el arpa celta (Cláirseach), la armónica, entre muchos más. Para los que tuvieron oportunidad de asistir a uno de los cuatro conciertos en el país, créanme que con los instrumentos que tocaron, ¡hicieron más que suficiente!


The Paul Brock Band. ¡Haciendo lo que mejor saben hacer!


En TODOS los aspectos, el concierto fue impresionante. Paul, y en algunas ocasiones Eimear fueron los encargados de contar algunas particularidades sobre los temas interpretados (la traducción que le hicieron en el auditorio fue algo confusa, para ser honestos), los estilos, los instrumentos y demás miembros del grupo. Las interpretaciones, sobra decir, fueron impresionantes en el nivel de virtuosismo de cada uno de los miembros y quedó implícita la particularidad de la música tradicional irlandesa, con ejemplos en el canto lilt (canto símil al scat, que busca imitar los instrumentos melódicos) y el zapateado de Eimear. También estuvo la constante sensación de nostalgia (algo común en todas las poblaciones con grandes migraciones) en las interpretaciones de Paul en el melodeon (tipo de acordeón) y Denis en el tema gaélico irlandés Slán Leis an Uaigneas (Adiós a la soledad)...Y eso que no he hablado del banjo...


Shane haciendo de las suyas

¿Por dónde empezar? Yo creo que lo primero es aprovechar el contexto del banjo para hablar un poco sobre este. El banjo como muchos supondrán no es un instrumento irlandés, sino que su origen primario es antillano, este a su vez a partir de instrumentos traídos por africanos esclavizados (véase por ejemplo el akonting). Posteriormente viene su evolución en las plantaciones del sur de los Estados Unidos y su asimilación posterior por los asentamientos blancos. De allí, por insólito que parezca, se convierte en un producto de exportación americano y eventualmente llega a mediados del siglo 19 al Reino Unido, donde cada región y proceso cultural le da sus características propias. Esta, en resumidas cuentas es la razón oficial (al menos, la comúnmente aceptada) de como un instrumento folclórico africano, termina siendo americano, británico y finalmente irlandés. Pero como comenté arriba, dichos caminos tienen un precio y eso causa que el banjo que se toca en la música tradicional irlandesa tenga su sello propio: el denominado banjo tenor irlandés. ¿Qué lo define a grandes rasgos? Es un banjo de cuatro cuerdas, con 17-19 trastes, con resonador (no es un open-back como Sussie) y una afinación por quintas, una octava por debajo del fiddle (GDAE). Sus cuerdas tienden a ser metálicas y se toca con un plectro (sí, estoy más habituado a decirle uña, si bien no soy muy hábil usando una), por lo que en vez de hacer acompañamientos como se acostumbra en los grupos de dixieland, el banjo tenor interpreta melodías de bastante complejidad que complementan o no, las sesiones de temas que se tocan. Por cierto, los estilos (omitiendo el canto) que suelen tocarse en la música tradicional irlandesa corresponden en buena medida a reels, hornpipes y jigs. Cómo en toda música de influencia europea, las polkas, mazurkas y valses están también presentes. Por ende, es imposible no sentir el componente irlandés que tiene el repertorio bluegrass, si es lo que suelen ustedes asociar con el banjo únicamente.


Increíbles discos por cierto

En resumidas cuentas, los estilos musicales que ellos interpretaron no son ajenos al estilo clásico que toco. Todo viene del mismo lugar, así como la emoción que me abrumó en el concierto. Y es que omití decir que la emoción era doble porque aquel concierto fue mi primero con un banjo a bordo, en todo su esplendor, por lo que buena parte del mismo, si bien disfruté como todos la música, se me fue en observar detenidamente lo que hacía Shane, en detallar sus líneas melódicas, sus recursos técnicos; una especie de clase clandestina, al margen de aplausos y gritos entusiastas. Y como era de esperar, fue algo genial, intimidante a veces, pero en una gran medida inspirador. ¡Diablos!, como disfruté escucharlos a todos, ver todo ese talento y entusiasmo, y al mismo tiempo, fue positivo ver la respuesta del público (no faltó el indiferente, pero fueron mínimos), y una vez terminado el concierto, la sesión de compra de discos y autógrafos que fue una auténtica locura.

Todos andaban buscando una foto con Eimear (y no los culpo jaja) o comprando discos, mientras que yo, con una mezcla de emoción y montunez (el orden de las variables no afecta el producto), me debatía entre hablar con Shane y sentirme un groupie o simplemente comprar par discos y escribir esta entrada del blog. Pero, después de todo, había una pequeña historia previa. Lo había contactado en días previos por Facebook, y gracias a un alumno de mis clases de paleontología, el cual por azares (muy fortuitos) los tuvo que asistir en los ensayos de la mañana, Shane ya sabía del "profe banjero" en Bucaramanga. Por ende, si bien la conversación fue corta (y está bien, se veía que estaban muertos de cansancio y había un montón de gente esperando por ellos), valió la pena. Algo que aprecio en la gente es la humildad, y a Shane le sobra. Quedó el compromiso de pasar a saludarlo si algún día viajo a Orlando (Shane es músico allá), vinieron los discos autografiados y finalmente la foto, el recuerdo de una noche espectacular, en un día plagado que estuvo de buenas noticias y buena vibra.


Y por un breve instante, banjistas de Irlanda y Colombia unidos

Así concluyó esa noche. Una donde se hizo más que evidente como las distancias de los confines del Atlántico se hacen cortas, los siglos se hacen efímeros, los sufrimientos y la miseria humana, así sea un espejismo, desaparecen por un par de minutos; en una melodía, en un buen recuerdo. Para mí eso es la música, y no me queda más que agradecerle por esos breves instantes, donde los países no existen, solo las experiencias sensoriales. Y el tiempo se diluye, y un banjo termina de ser ensamblado en Philadelphia, un aspirante a música aprende su primera melodía (Loch Lomond) mientras está en un laboratorio de una universidad en Medellín, y por qué no, en un recodo de Irlanda, una pastora posa para un pintor irlandés, mientras un sonido de gaita se pierde en la mitad del Atlántico...


Conemmara Girl (Augustus Nicholas Burkle)

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